Rush ha decidido separarse. Ya lo hicieron. Ouch, sí duele, y mucho, saber que ya no vamos a poder admirar a esos titanes en vivo.
Y la forma en que lo han hecho es digna de dedicarle unos momentos de análisis.
Sus integrantes han decidido poner un final a Rush en medio del éxito: después de más de 40 años en activo y 20 álbumes de estudio, nunca han gozado de más apoyo de sus seguidores. ¿Por qué hacerlo justo ahora?
Y no se trata de un tema de sentido dramático de salir del acto justo en el clímax de una carrera. Se trata del otro, del que, como debería ser siempre, importa más: el fan. Ante la expectativa de una disminución en el desempeño de la banda, Geddy dice que nunca entregarían a los fans menos de lo que esperaban ver en el escenario.
Esa ética es de por sí extraordinaria en el arte. Es mucho más rara de encontrar en el ámbito empresarial: Hay empresas que suben como la espuma y llegan a un punto donde no pueden cumplir las promesas o el nivel de desempeño que se merece el cliente.
Se imaginan que una empresa llegara con sus clientes y les dijera: “El siguiente es el último producto/servicio que voy a ofrecerles. Mi estructura ya no tiene la fortaleza para darte algo perfecto, como se lo merecen. Con ésto anunciamos el retiro”.
Si no exisitieran la obligaciones para con los socios, dueños, etc. Si fuera una empresa privada con un equipo de líderes compacto, ¿Se podría anunciar algo así? ¿O los clientes están esperando que las empresas sean inmortales?, aunque, como Jeff Bezos lo ha declarado, incluso Amazon morirá algun día? “Amazon no es demasiado grande para fallar. De hecho, predigo que algún día la marca fracasará e irá a la bancarrota. Si observas a las grandes empresas, su vida útil suele ser de más de 30 años, pero no más de cien”.