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Equipo emocionado

¿Alguna vez has lanzado alguna idea a tu equipo acerca de un cambio, el cual representa más trabajo para todos y que tú equipo haya reaccionado con emocy, sonrisas y hasta porras?

¡Qué tranquilidad y qué felicidad tener un equipo comprometido y motivado! No son enchiladas pero si lo consigues tienes una fuerza imparable, una ventaja sobre cualquier competidor que se te ponga enfrente.

Algunos elementos que cocinan un ecosistema laboral positivo: estrategia clara y comunicada; cultura positiva que permite proponer sin destruir al que propone; vulnerabilidad; procesos y políticas definidos; un objetivo común; el cliente como centro de todo lo que se hace…por mencionar algunos.

Normalmente la cultura de la empresa es reflejo de la personalidad de los líderes. Si la cultura de tus personas no es la que quieres, hay que tomar acciones oportunas, porque una vez que se enraiza aunque cambies líderes, la gente se sigue en una inercia social. Cuando eso oasa, los recursos necesarios para cambiar la cultura (dinero, tiempo, personas) se multiplica exponencialmente.

La era de los hacedores de lluvia

La forma es fondo. A eso estamos acostumbrados. Para ser hay que parecer. Pero, ¿qué pasa cuando se puede parecer sin ser?

La internet y las redes sociales digitales, han permitido que alguien con habilidades en Photoshop logre dar la impresión que se le antoje: puede cambiar de sexo, de edad, de profesión y hasta hacer como que es un gurú de algo.

Estos hacedores de lluvia hacen mucho daño porque su objetivo es el engaño y la extracción monetaria sin dar ningún valor a cambio.

Cuando haya la necesidad de escuchar a un “experto”, hay que hacer investigación; buscar sus raíces, su trayectoria, pero principalmente su método.

Si el método incluye “5 fáciles pasos para…” corre coyote! Estas personas normalmente van tras tu dinero. En cambio, si el método se compone por etapas estructuradas, lógicas y llenas de herramientas que lo soportan; si en algún momento te dice que se requiere un gran esfuerzo, dedicación y compromiso de tu parte, entonces puede que hayas encontrado un buen árbol al cual arrimarte.

La solución perfecta

Vamos. Por supuesto que no existe. Hay soluciones buenas y malas. Algunas tienen resultados positivos que duran mucho tiempo y otras de largo plazo. Pero ninguna puede llegar a ser la solución perfecta y definitiva.

Primero, tenemos que tomar decisiones con información incompleta. Es imposible contar con absoluto conocimiento, por lo que la solución siempre tendrá algo de Hail Mary.

Segundo, siempre tenía sesgos y preconcepciones de prácticamente todo en esta vida, aunque no tengamos idea de que estamos hablando. Esos sesgos nos llevan lejos de Jan decisión objetiva.

Tercero, el mundo cambia con cada segundo que pasa. Y la solución que se diseñó, es muy probable que nazca obsoleta o que tenga una vigencia bastante corta.

Pero ojo, no es para tirarnos al pesimismo. Es para dejar claro cuál es el factor determinante de supervivencia en las empresas (y las personas): una audaz afinidad por explorar retos autoimpuestos y permanentes. Y la agilidad para rediseñar y operar iterativamente ad infinitum.

Las señales

Ahí están. Son a veces sutiles. La mayor parte del tiempo son obvias. Si estuvieras buscándolas las encontrarías en segundos. Pero ese es justamente el problema: o no estás buscándolas, o de plano no quieres encontrarlas.

Un cerebro reentrenado positivamente, posee una habilidad más desarrollada para identificar información que normalmente no vería otra persona. Información que no necesariamente apoya las preconcepciones que tenía, pero que, está íntimamente ligada a cualquiera que sea el tema en la mesa.

Cuando un cerebro está funcionando en modo estrés, negatividad, desesperanza aprendida, deja de ver nueva información y solamente reconfirma sus creencias y puntos de vista propios.

Así se llega a conclusiones erróneas. Así se genera lealtad a productos, servicios y personas que no necesariamente son los mejores. Así dejamos de tomar buenas decisiones con nuestros recursos. Así la gente confía en expertos que saben nada de su negocio. Así se embarca uno en proyectos destinados al fracaso. Y así también se forman dictaduras.

Llame… ¡ya!

Si estás en el negocio de la consultoría, deberías esperar que tu cliente estuviera llamándote mucho.

Debería sentir la confianza para platicarte lo que le apasiona, lo que está sucediendo en el día a día y también lo que le quita el sueño. Y eso nunca va a pasar si no siente que eres parte de su empresa.

Para que el cliente sienta que eres de casa tienes que de verdad serlo, no hay medias tintas: o te enamoras de su negocio, lo entiendes, lo vives en carne propia, lo sueñas creciendo; o el compromiso a medias y el interés económico va a terminar por llevarlos a una relación de cuenta chiles, intercambiando minutos por centavos.

Si tu cliente te llama temprano por la mañana y te dice “Se me ocurrió ésto anoche, ¿cómo ves?”, sonrie y vuélcate en el tema.