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Conocimiento y definición

¿Qué es más difícil? ¿Conocerse o definirse?

La segunda es imposible sin la primera, aunque muchas empresas empiezan así. Y en ocasiones se encuentran en un nicho o industria que es tan noble que pueden pasar años antes de que sea necesario entrar en estos menesteres filosófico-corporativos.

Si no se tiene una buena definición del negocio, se corre el riesgo de querer ser todo para todos y terminar siendo nada al querer satisfacerlos a todos, tanto clientes como empleados.

Un conocimiento propio sincero podría evidenciar que no se tiene ninguna fortaleza y que el negocio ha sido un golpe de suerte. O también podría ser que sí se tienen muchas fortalezas y hay ahí más oportunidades de negocio que no han sido explotadas.

Todo empieza con un viaje de introspección corporativa y lo que se encuentra en éstos, podría cambiar totalmente el rumbo de la estrategia del negocio.

Las señales

Ahí están. Son a veces sutiles. La mayor parte del tiempo son obvias. Si estuvieras buscándolas las encontrarías en segundos. Pero ese es justamente el problema: o no estás buscándolas, o de plano no quieres encontrarlas.

Un cerebro reentrenado positivamente, posee una habilidad más desarrollada para identificar información que normalmente no vería otra persona. Información que no necesariamente apoya las preconcepciones que tenía, pero que, está íntimamente ligada a cualquiera que sea el tema en la mesa.

Cuando un cerebro está funcionando en modo estrés, negatividad, desesperanza aprendida, deja de ver nueva información y solamente reconfirma sus creencias y puntos de vista propios.

Así se llega a conclusiones erróneas. Así se genera lealtad a productos, servicios y personas que no necesariamente son los mejores. Así dejamos de tomar buenas decisiones con nuestros recursos. Así la gente confía en expertos que saben nada de su negocio. Así se embarca uno en proyectos destinados al fracaso. Y así también se forman dictaduras.

Llame… ¡ya!

Si estás en el negocio de la consultoría, deberías esperar que tu cliente estuviera llamándote mucho.

Debería sentir la confianza para platicarte lo que le apasiona, lo que está sucediendo en el día a día y también lo que le quita el sueño. Y eso nunca va a pasar si no siente que eres parte de su empresa.

Para que el cliente sienta que eres de casa tienes que de verdad serlo, no hay medias tintas: o te enamoras de su negocio, lo entiendes, lo vives en carne propia, lo sueñas creciendo; o el compromiso a medias y el interés económico va a terminar por llevarlos a una relación de cuenta chiles, intercambiando minutos por centavos.

Si tu cliente te llama temprano por la mañana y te dice “Se me ocurrió ésto anoche, ¿cómo ves?”, sonrie y vuélcate en el tema.